jueves, 18 de diciembre de 2014

Hemisferectomía

Hace 11 días hablamos de un problema que afecta a muchos: la epilepsia. Aquella entrada, publicada por mi compañera Pilar, nos hablaba de uno de los métodos más utilizados para tratar la epilepsia: colocar electrones en la corteza cerebral conectado a un estimulador del nervio vago. También nos hablaba de que el primer método utilizado, sin recurrir a la cirugía, es la medicación con anticonvulsivos.
Cuando ambos métodos fallan, se tiene que recurrir a un método más complejo y con muchos más riesgos: la hemisferectomía.

¿Qué es la hemisferectomía?

Esta intervención consiste en la extirpación de uno de los hemisferios cerebrales, bien sea el derecho o el izquierdo.
Esta clase de intervención se utiliza hoy en día como un tratamiento anticonvulsivo para aquellas situaciones en las que las crisis son contínuas y diarias y no han respondido a ningún de los tratamientos anteriores. También se puede utilizar en pacientes con déficit neurológico como son la encefalitis crónica de Rasmussen o el síndrome de Sturge-Weber.
Es común en niños de entre 5 a 10 años.
Más raramente se utiliza para tratar traumatismos craneales graves.


¿Es necesario extirpar todo el hemisferio?

No siempre será necesario extraer toda la totalidad del hemisferio, a veces con sólo retirar una parte del mismo es suficiente (hemisferectomía funcional). Esto depende de la parte de cerebro que esté dañada, pero si se deja el mínimo rastro de tejido dañado, las epilepsias pueden volver a aparecer.

¿Cómo afectará la hemisferectomía al paciente?

Entre el 70 y el 85% de los pacientes, consigue que las crisis epilépticas se controlen. A esto hay que sumar un 10-20% más que mejoran su calidad de vida exponencialmente.
Ahad, tras la reconstrucción
Si hablamos de retirar la mitad del cerebro, todos pensamos que las consecuencias intelectuales y físicas serán graves. Pues bien. Está demostrado que tras esta intervención, no se pierden las funciones vitales del paciente y que, en muchos casos, la pérdida de movilidad física del lado contrario al hemisferio extraído es mínima y recuperable con fisioterapia intensiva. 
Sin embargo, sí se pierde la visión del lado contrario al extraído. Esto es así porque estamos retirando el nervio óptico.
De hecho, estudios demuestran que los pacientes tratados con esta intervención presentan un repunte en su historial académico tras la operación.
Un caso real de un paciente que ha tenido que ser intervenido por causas externas a la epilepsia es Ahad Israfil que se lesionó comprobando una pistola. En este caso la causa de la extracción fue traumática y el cráneo no puedo ser recompuesto, por lo que quedó deforme. 
Esta deformidad no es posible en los pacientes que son operados de una hemisferectomía para tratar la epilepsia ya que en estos casos, la cirugía es programada. 

Técnica quirúrgica

Desde sus orígenes, ha ido evolucionando hasta perfeccionarse. Más del 70% de los pacientes sometidos a una hemisferectomía sobreviven a largo plazo. 
La operación se realiza bajo anestesia general, con el paciente totalmente dormido y sedado. 
Se comienza rasurando la cabeza en el lado que va a ser intervenido, se pinta el campo quirúrgico las líneas de incisión. Se retira el cuero cabelludo, exponiendo el hueso. A continuación se marca el lugar donde se va a incidir en el cráneo, se corta y se retira. Queda expuesta entonces la duramadre que será retirada para así ver el cerebro.
Una vez que vemos el cerebro se marca la zona que debe ser extirpada. Se retira esa zona y se cauterizan los vasos sanguíneos para evitar una hemorragia cerebral.
Finalmente y tras colocar un drenaje, se vuelven a colocar todos los planos antes retirados (duramadre, hueso y cuero cabelludo) para acabar suturando con grapas la incisión.

Riesgos

Los asociados a la anestesia, aunque aquí preocupan más el sangrado porque puede causar una hemorragia cerebral y la infección.
Aunque los riesgos son muy importantes y muy graves, es mejor extirpar el hemisferio antes de que todo el cerebro se vea afectado por la enfermedad.

Postoperatorio

Son postoperatorios muy dolorosos. Se suele dejar el tubo de drenaje durante al menos 3-4 días y después se retira si se cree conveniente. El último día antes de retirarlo se deberá pinzar para comprobar mediante pruebas diagnósticas si existe sangrado o no.
Aparte del drenaje y la analgesia que se le prescriba al paciente, la recuperación es buena. Se necesitará fisioterapia para recuperar el movimiento y recurrir a otros profesionales para recuperar el habla si fuera necesario.

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